(…) Miguel Iglesias, en 1883,
afrontaba un problema parecido. El Perú iba a reanudar su vida política sin
Biblioteca. Las huellas que la guerra había dejado en sus tesoros pacientemente
acumulados eran de destrucción. El Gobierno percibió la trascendencia de salvar
este problema cultural del Perú, en esos mismo instantes, sin dilaciones
suicidas. Pero eran dos los aspectos que solucionar: conseguir la persona y
obtener los fondos necesarios. Era la eterna búsqueda de encontrar el hombre y
los medios para una empresa de tanta trascendencia.
Angélica Palma en la emocionada
biografía de su padre, y el propio Ricardo Palma en su folleto “Apuntes para la
historia de la Biblioteca de Lima” han pintado el cuadro más dramático por el
que atravesaba el país en esa época, y el sacrificio del ilustre
tradicionalista, deteniendo un ya resuelto viaje a Buenos Aires, para dedicarse
a esa abrumadora labor. Al ser requerido a aceptar el cargo de Director de la
Biblioteca, Palma había exclamado:
– ¿Pero acaso tenemos Biblioteca? Sus
salones han servido de cuarteles; el edificio se halla en pésimas condiciones;
los estantes vacíos; el país arruinado, sin dinero para intentar la
restauración.
– He ahí porque pensamos en Ud. -le
contestó el Ministro- Si hubiera dinero, muchos podrían ser bibliotecarios; en
el actual estado de pobreza, solo Ud. Tiene Ud. muchos amigos literatos en
América y en España y mantiene constantemente correspondencia epistolar
con ellos; pues impóngales contribución y utilice Ud. su prestigio de escritor
en beneficio de la patria.
– ¿Me propone Ud. que me convierta en
Bibliotecario mendigo?
– Justamente.
La presión de sus amigos, su
patriotismo constante y su espíritu de héroe laico dispuesto siempre al
sacrificio, impulsaron a Don Ricardo Palma a aceptar este regalo de abnegación
y rara esclavitud. El 2 de noviembre de 1883 salía el Decreto de fundación de
la nueva Biblioteca y en su artículo 3° se disponía su solemne reapertura el
día 28 de julio 1884, o sea, ocho meses después. Ese mismo día era nombrado Director
de ella Don Ricardo Palma.
Ricardo Palma había recibido el
legado de una Biblioteca en escombros. En su informe del 12 de noviembre de
1883, a los diez días de su nombramiento, dice textualmente:
“Biblioteca no existe, pues de los
cincuenta seis mil volúmenes que ella contuvo, solo he encontrado setecientos
treinta y ocho, en su mayor parte obras en latín, y aun muchas de estas
truncas… De la rica sección de Manuscritos queda únicamente el recuerdo… La
estantería de cedro de los Salones América y Europa, construido en 1878, ha
sido despojada de todos sus anaqueles y destrozada su ornamentación. Tampoco
existen los cristales de su estantería, ni los de las farolas… Los andamios,
especialmente construidos para las colecciones de periódicos, los retratos,
cuadros y planos que adornaban los salones, mesas, sillas y demás muebles,
también han desaparecido… Uno de los saloncitos de depósito fue convertido en
caballeriza, y del otro que contuvo los siete mil setecientos setentaisiete
volúmenes donados por Fuentes Pacheco, no quedan ni los estantes…”
Tal era el cuadro pavoroso ante el
cual se enfrentaba (…) al tiempo de la reapertura la Biblioteca contaba con 27,
894 volúmenes en sus anaqueles de los salones de Europa y América y el
depósito. (Xammar, 1994)
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